LA LEGENDARIA ARPA

Unos dedos largos y finos, sondeaban con delicadeza las cuerdas de una Legendaria Arpa, instrumento que un arcaico Señor - a quien todos creían el padre de los dioses y los hombres -, diseñó y creó para que sólo unas manos adorables, pudieran extraer las más increíbles notas de su cuerpo. El Arpa, de bella madera tallada, había sido grabada con inscripciones pretéritas. Hoy por hoy, no existía nadie que hubiera alcanzado a traducirlas, pues según la Leyenda decía, solamente lo conseguiría aquel que con ojos aciagos de dolor, pudiera encontrar donde se hallaba la clave de un misterio mayor, el que las 7 Abuelas de la Estirpe de las Nereidas, sostenían entre todas ellas. Así, quien desvelara el enigma, podría traducir la simbología, leer las tablillas y sólo entonces aparecería el Fuego que la más Anciana alimentaba vivo para que todos cuando regresaran, Ella pudiera componer la música que encriptada, en sus cuerdas se hallaba.
Durante eones nadie osó hacer sonar otro instrumento, ni otra música, ni siquiera componer una melodía que intentara entretener a quienes deseaban escuchar el sonido de la Legendaria Arpa.
Habían pasado increíbles fases de misterios, indefinidas secuencias vacías de notas, que por eones fueron intentando dar luz a la Leyenda, pero nada, nunca nadie aparecía que en auténtica valía, tomara las riendas y se decidiera por ocultar sus días para darle luz a la música de la vida.
Cada Sol que se ponía era una nueva esperanza que surgía, algunos decían que el misterio se desvelaría, cuando la Dama aciaga de dolor, caminara sin saber que era a ella a quién buscaban.
Una noche, un Señor que caminaba elegante y con bastón, tarareaba una preciosa canción, los habitantes del lugar quedaron anonadados, pues nunca nadie hasta aquel instante había osado, utilizar la música para cantar y mucho menos de aquella forma tan banal.
Los pocos trasnochadores se alertaron.

-          Ha llegado el mismo diablo – gritaron, avisando a sus vecinos para que salieran de sus casas a escuchar al viejo de traje y verbo ladino.

La gente se horrorizó, muchos tras comprobar que el diablo había venido a su ciudad natal, corrieron a sus casas, cerraron sus puertas y ventanas, y a oscuras y en silencio sepulcral, se quedaron esperando que el viejo dejara de canturrear.
Cada día que pasaba el canturreo iba a más, las palabras que salían de sus labios, comenzaban a ofender y a vejar. El horror iba en aumento, todos querían que aquello acabara ya, todos menos alguien que sin dudarlo se unió al viejo en su paseo.

-          Hola Señor!!! Sea usted bienvenido a mi Pueblo, esto es Arimatea y a mí me llaman Minerva – dijo sonriendo y sin ningún miedo a aquel Señor tan viejo.
-          Buenas noches dulce niña, ¿Qué haces a estas horas caminando tú sola al lado de un diablo como yo? – preguntó el viejo Señor, de forma irónica y gritando para que todos escucharan su voz. Al diablo no se le escapaba que los vecinos estaban espiando.
-          Pues no sé, le escuché canturrear y me pareció genial. Sabe – dijo bajando el tono de voz, como si la chica también supiera que la iban a oír – los habitantes de Arimatea no creen en la canción, no les gusta la música, ni siquiera una pocas notas, que den sonido a su día a día. Yo me muero por cantar. Creo que tengo una voz genial. ¿Le puedo acompañar…?
-          Claro mujer!!! – exclamó el viejo dando vueltas a su bastón, mostrando alegría por ello – canta, canta hasta que se te agote la voz, canta con toda tu vibración. Canta alto, fuerte, libre y claro, canta para que todos escuchen que cantando se libra la batalla del amor.
-          Oooohhhh!!! Qué libre me siento de escuchar esto… - así Minerva se puso a cantar, los vecinos de Arimatea no podían creer lo que estaban viendo, quizás Minerva se había vuelto loca. De repente se paró, miró con detenimiento al viejo señor y le dijo:
-          Sabes… Tengo un secreto… guardo en mi corazón la clave para reunir todas las piezas que se precisan para que suceda aquello que rompa un antiquísimo hechizo. ¿Le gustaría conocerlo…?
-          Dime, por favor, dímelo ya… me muero por escucharlo – le instigó el anciano entusiasmado.
-          De acuerdo. Te diré el primer misterio:
Siendo dorado el camino encontrado, me muero embriagado por adorar tu pasado.
Te he pronunciado 8 veces, ahora dime si me has localizado, porque con esta ya son 9.
Esta es la adivinanza que la Abuela Esperanza me entregó. Yo ya sé la respuesta. ¿Tú no…?
-          Muy interesante – le contestó el señor -  déjame pensar… uuummmmm, sí, creo que tengo la respuesta – afirmó mientras acariciaba su espesa barba en actitud interesada.
-          Pues entonces… ahí va el segundo misterio:
Entre un redil de ovejas, recogí la recompensa que encontré de entre los restos, para recuperar la responsabilidad de Ser.
Te he dicho 9 veces del derecho y 2 del revés.
Esta es la adivinanza que me dio la Abuela Inés, cuando jaleaba del derecho y del revés, te lo he dicho otra vez.
-          Siiii, la sé – dijo el mismo diablo, travieso, jugando con aquella bella damisela que portaba en sí tanta sapiencia. Sigue por favor… - la animó.
-          Este es el tercero:
Así como mi cabeza es la testa donde se manifiestan los milagros y las miserias de una gran experiencia, mi corazón es la mina en la que se desvela el mito de todo lo que admiro, admito y administro con toda mi sabiduría y amor.
Esta vez sólo te lo he dicho 10 y ninguna del revés.
La adivinanza de la Abuela Marta me tuvo muy intrigada durante un tiempo, lo acabé resolviendo mirándola.
-          En cuanto te miré supe la respuesta, es cierto, mirando la hallas, sino miras no encuentras nada – aseguró también el diablo, haciendo su pequeña aportación al juego. Vamos continua por favor.

Entonces la chica dijo:

-          El cuarto es fabuloso:
Porque fabuloso fue dar con aquella fábula que en una dulce fantasía imaginé, pues en aquella fase en la que puse el énfasis de crear vida, una falacia perturbó la idea de fabricar lo que yo quería, no fue fácil dar con la faz de mi infantil locura.
Esta vez te lo he dicho 10 veces de nuevo. Es que la Abuela Ingrid es gemela de la Abuela Marta.
-          Esta es difícil pero si uno se lo toma con paciencia, puede ser muy fácil – comentó el viejo diablo muy puesto en la resolución de los acertijos.

Ni el anciano ni la chica se habían dado cuenta de que un número importante de habitantes de Arimatea los estaba rodeando. Poco a poco, conforme la joven exponía las claves que las 7 Abuelas le habían dado, se interesaron en acompañar a aquellos pequeños sabios. Muchos eran los que ya elucubraban, haciendo cávalas de cuáles eran las respuestas. Algunos se peleaban contando palabras, letras, sílabas, incluso componiendo con ellas alternativas a las comentadas.
Otros, en plena concentración, no quisieron escuchar nada de lo que el resto decían y muy puestos en su interior, comenzaron a encontrar posibles respuestas al misterio de la Legendaria Arpa. ¿Quizás estaban a punto de escuchar una música celestial…? – se preguntaron con el corazón abierto a recibir lo que saliera de aquellas cuerdas intocables hasta el momento.

Así la chica continuó:

-          Vale… - aplaudió muy divertida – sigamos. El quinto es la clave:
Un solitario hombre, de enjutas manos asía un bastón, el mismo que soltó cuando supo que caminando solo no tenía por qué sentir temor. Al ser el Sol testigo, una solemnidad los envolvió, provocando que se resolviera lo que nunca antes se resolvió.
Esta vez sólo te diré que del revés nada más te lo he dicho una vez.
Así fue como la Abuela Virtudes me dio esta adivinanza, ese día el Sol ascendía y la Luna se vaciaba quedando limpia del dolor que la inundaba.

Por vez primera Minerva escuchó los murmullos de la gente. Se quedó sorprendida por la expectación que estaba levantando aquel diálogo, exclusivo entre hija y anciano. Quiso no despistarse de lo que le llevó a aquel paseo tan interesante con el Abuelo, así continuó comentando los misterios que todavía no habían sido expuestos.

-          El sexto para el preludio:
La bondad era su fuerte, la virtud su moral, la elocuencia su grandeza y la misericordia su forma de caminar. Cuando la vi pasar, la embriaguez se apoderó de la verdad.
Esta vez siempre que te nombré, te dejé sola, pero sólo hasta ahora.
-          El diablo quedó impresionado por el juego de palabras, aunque en ellas, en la palabra se ocultara la respuesta. ¿A qué Abuela pertenece esta clave…?
-          Es de la Abuela Miranda, una sincera ancianita de profunda y lejana mirada.
Voy a por el último misterio, a ver si estás atento… si lo presientes o todavía careces de la última clave para imprimir las notas de la música de tu vida…Esta vez si no lo has captado, no podrás conocer a la Abuela Silvia, pues silbando la Silvia, se comunica con sílabas.
-          Creo tener la respuesta, pero preferiría que fueras tú misma quién la dijera.

Entonces Minerva se giró, abandonó el diálogo con aquel Señor y se dirigió a la multitud que los estaba escuchando. De entre todos apareció una pequeña preciosa, de cálida mirada y vivaracha actitud. Los eones habían pasado en ella, como una fuerza temporal que había dejado huella en toda su faz, pese a ello, la Niña miraba de frente con la cara alta y con voz elocuente, entonces dijo:

-          Creo tener las respuestas, no sigas, permíteme sujetar el Arpa y mostraros lo que aprendí a través de la calumnia, del dolor y la falta de libertad, en aquellos días en los que no existía la música en mi vida.

Tanto el presunto diablo como la muchacha asintieron con un gesto de cabeza.
Un asombroso silencio invadió Arimatea. Todos quedaron expectantes ante la Niña que sujetaba la Legendaria Arpa, todos esperaron a ver si la tocaba. Por vez primera en Arimatea nadie se negaba a que hubiera quien compusiera.

Entonces la Niña, cogió la Legendaria Arpa, colocó sus largos y finos dedos sobre las cuerdas y dejó que el dolor de su corazón recogiera las siete notas, que de forma increíble se organizaron en una bella y exclusiva composición.

Todos cerraron los ojos. Sólo tenían oídos para escuchar la canción. Los únicos que se la perdieron fueron los que siempre sordos, deseaban tener la razón. El resto disfrutó de la música, la misma que quedó para siempre como una semilla de vida en la profundidad del Corazón.

Do – Re – Mi – Fa – Sol – La – Si… era la respuesta que se encerraba en los símbolos incrustados en la fusta de aquella Legendaria Arpa. Existían infinitas combinaciones, tantas como diestros compositores. Las Abuelas así lo predijeron en aquellos arcaicos tiempos, en los mismos inicios en los que se intuyó que el dolor dejaría sordos a quienes no encontraran en la voluntad interior, la solución.


Joanna Escuder

11 de Noviembre de 2015